RUTAS
Localidad: Atapuerca
La Sierra de Atapuerca es un pequeño conjunto montañoso situado al norte de Ibeas de Juarros, en la provincia de Burgos (Castilla y León, España), que se extiende de noroeste a sudeste, entre los sistemas montañosos de la Cordillera Cantábrica y el Sistema Ibérico.
Ha sido declarado Espacio de Interés Natural, Bien de Interés Cultural y Patrimonio de la Humanidad como consecuencia de los excepcionales hallazgos arqueológicos y paleontológicos que alberga en su interior, entre los cuáles destacan los testimonios fósiles de, al menos, tres especies distintas de homínidos: Homo antecessor, Homo heidelbergensis y Homo sapiens.
La sierra está compuesta de una pequeña colina —correspondiente a un
anticlinal tumbado, formada por calizas, arenas y areniscas de origen
marino pertenecientes al Cretácico Superior (entre 80 y 100 millones de
años), cubiertas por los materiales aportados por el río Arlanzón, que
ha formado numerosas terrazas aluviales en época Cuaternaria. La parte
más elevada de esta colina está totalmente plana, rasgo indicativo de
que ha sufrido una fuerte erosión desde hace varios millones de años.
Alrededor
de la sierra, y sobre este anticlinal, existen materiales de origen
continental más modernos, correspondientes a la época terciaria (hace
entre 25 y 5 millones de años). Sus componentes son conglomerados de
caliza y arcillas rojas del Oligoceno, bajo una secuencia de margas,
arcillas, yesos y paquetes calizos y margosos, propios del antiguo
ambiente lacustre de la Cuenca del Duero.
Durante finales del
Plioceno e inicios del Pleistoceno, empieza a formarse el valle fluvial
del Arlanzón, habiendo creado a su paso por la sierra, 15 niveles de
terrazas cuaternarias muy asimétricas. La subidas de las aguas del río
y la estructura caliza han dado lugar a un complejo kárstico con
multitud de cuevas, muchas de ellas abiertas al exterior por diversas
causas (derrumbes, cortes...). Por estas aberturas se han ido
depositando diferentes sedimentos a los largo de los años: tierra,
polvo, polen, restos animales, excrementos..., hasta llegar, en muchos
casos, a colmatar las entradas y, en otros, éstas han quedado cegadas
por derrumbes posteriores, preservando el interior intacto hasta que
surgieron nuevas aberturas. Esto ha permitido la conservación de restos
y fósiles de homínidos en las numerosas cuevas bajo los bosques de
Atapuerca, protegiéndolos de cambios bruscos de temperatura y humedad.